Las noches pasan con su paso de plomo como a escondidas bajo el peso de los días, siento la quietud aparente de la escena de mi cuerpo estático en contraste con el teatro de mi mente donde agitadamente se fusionan los torrentes de futuros y recuerdos.
Y tu como que no estás.
El lugar en que tu cuerpo reposaba, el medio lado que ocupabas con tu vida, está aquí pegado a mi lado, casi tapado, iluminado por los led del equipo que sonaba las canciones que tu oías.
Mis ojos apenas se cierran a ratos buscando una luz en mis pensamientos. Por tres veces he recibido en mis sueños tus mensajes.
La despedida a los tres días mientras mirabas a nuestro primer hijo:
- “Nosotros nos tenemos que marchar”.
El terror de otra desgracia.
Y la escena se rehacía en ese instante:
-“Yo ya me tengo que marchar”.
Otra vez estabas en el aire, tu presencia sólo se sentía, pero aún así yo te alcanzaba en mi sueño con mi mano.
Y ahora, tu tan real como mi pena, tu silencio a mi pregunta.
- “Pero dónde ¿dónde está tu cuerpo?”.
Tu mirada perpleja, en un círculo y sin respuesta.
- “Y si no, pero dónde ¿dónde puedo encontrarme con tu alma?”.
El despertar como tu huida.
Tres veces apareces tan real, tres veces mis manos alcanzan tu rostro en los recodos de mi mente incontrolada antes de difuminarse. Tres días entre cuarenta en los que pude sonreír.
Tres segundos en cuarenta noches.
Tres veces la intensidad de la felicidad como una corriente que me recorre en un instante.
Tres veces el contacto del tacto de mis dedos celulares con el sueño vivo de tu piel.
1 comentario:
Tres segundos, ¿dónde puedo encontrarme con tu alma?”. tan solo tres veces en cuarenta días, que desgarrador para el corazón, es un soltar sin soltar,se necesita tres veces más fuerza.
Un fuerte abrazo
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